Fuimos pobres y fuertes, todo al mismo tiempo. Eso es de cuando había lobos y así. La gente trabajaba de sol a sol, comía pan seco con tocino y vivía. A veces, vivía muchos años. En esas dietas mesetarias, duras, solemnes con las que aguantar la solana y el frío, estaba el pan y el vino en el desayuno. En las dietas de tierras menos duras, el pan con aceite era el desayuno habitual. En homenaje a quienes nos precedieron andando por estas trochas, hoy desayunaremos como antiguamente: pan con vino y pan con aceite:
Tostamos unos trozos de pan -mejor, pan de víspera- que calentamos en la plancha por los dos lados:
Mientras se tuesta, disponemos vinajeras con vino tinto, el del resveratrol que tanta vida y salud nos da, y con aceite de oliva, el oro líquido de los ácidos grasos saludables que tanta longevidad y salud nos confiere. Disponemos el azúcar, glucosa de absorción rápida que, añadida a los hidratos de carbono de absorción lenta del pan, nos darán energía durante toda la mañana.
Añadimos un poco de azúcar al pan tostado..
y regamos una tostada con vino y dos, con aceite:
Que sea de nutrición y gusto.
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