Corella, en la Ribera de Navarra. Recuerdos dulces de la infancia. El bar del Tatero era el epicentro de la tauromaquia local, paso obligado de los toreros y sus cuadrillas de visita por la ciudad, todos inmortalizados en las fotografías que llenan las paredes. El Tatero siempre estaba en buena conversación con sus parroquianos, y su mujer, la señora Luisa, siempre estaba trabajando en la cocina, haciendo con cariño las tapas calientes que no tenían parangón en la ciudad.
Así guisaba la señora Luisa las chirlas:
Tomamos unas chirlas bien frescas...
... y las ponemos en un lebrillo con agua y un puñadito de sal, para que purguen bien.
Pasado un rato en la salmuera, aclaramos al chorro de agua, y echamos a la cazuela con agua bastante para cubrir, y llevamos a ebullición.
Según empieza a hervir, abren las chirlas. Retiramos del fuego, sacamos las chirlas con una rasera, y colamos el agua de la cocción que utilizaremos para la salsa.
Echamos un chorro de aceite -como de tres cucharadas-en la sartén, y añadimos un diente de ajo al que hemos hecho presión de la punta a la base con dos dedos para que agriete un poco, y ponemos a la lumbre a fuego medio.
Antes de que el ajo tome color, añadimos una cucharada de harina de trigo, damos vueltas para que se vaya haciendo sin que se llegue a tostar...
... y vamos añadiendo el agua de la cocción de las chirlas, mientras damos vueltas para que vaya trabando.
Picamos unas hojas de perejil...
... que añadimos a la salsa, sin dejar de mover.
Por último, incorporamos las chirlas, y damos unas vueltas.
Servimos.
Espero que os guste.
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