domingo, 7 de julio de 2013

Cardo de La Mejana como se toma en la Ribera de Navarra



La Mejana es un soto, si el río viene calmudo, o una isla fluvial, si el río viene crecido, que queda envuelta en un meandro del Ebro aguas abajo de Tudela, como por Ribaforada. En La Mejana se crían unos cardos exquisitos de temporada. Nosotros, como no estamos en La Mejana, ni estamos en temporada, lo hemos resuelto comprándolos congelados, que -en verdad- es una muy buena forma de comprar verduras. La mejor, salvo la fresca de temporada y recién cogida.




Empezamos por poner un cazo de agua a hervir, con su buena pulgarada de sal y, siguiendo las instrucciones del envasador, disponer el cardo sin descongelar.




Cuando el agua rompe a hervir, añadimos el cardo, y dejamos que vuelva a hervir y que lo siga haciendo con alegría por veinte minutos.




Hervidos, los sacamos al colador para que escurran adecuadamente.




Entre tanto, hervimos un huevo por diez minutos...




... que, ya hervido, le dejamos para que pierda temperatura, en un lebrillo.




Disponemos unas ramitas de perejil...




... que picamos muy finamente con un cuchillo.




Ponemos una sartén al fuego con un par de cucharadas de aceite y un diente de ajo.




Para que el ajo aromatice bien el aceite, levantamos la sartén del fuego y la ponemos al sesgo, para que el aceite hirviendo empape el diente de ajo.




Cuando el ajo empieza a tomar color (un arena de playa, no más), añadimos una cucharadita de las de postre de harina...




Damos unas vueltas y, cuando la harina toma un poco de color, añadimos el perejil picado...




... retiramos el ajo, que ya hizo su función, y añadimos un buen vaso de agua para hacer una salsa verde muy ligera.





Añadimos el cardo ya escurrido, y dejamos que se haga a fuego lento.




Picamos el huevo cocido en trozos pequeños, pero no tanto como para que no sean inmediatamente identificados. Nos servimos de un tenedor para ello.




Cuando la salsa verde ha reducido y ha tomado algo de cuerpo (como a los diez minutos), el cardo está ya cocinado. En todo caso, el aroma y el aspecto ya lo certifican.




Tomamos unas lascas de jamón...




... que reducimos a virutas muy finas con la ayuda de un cuchillo bien afilado, cortando en las dos magnitudes del plano.




Emplatamos el cardo, echando por encima unas virutas de huevo cocido y unas virutas de jamón.




Que sea de gusto.

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