domingo, 27 de octubre de 2013

Lentejas estofadas



Hoy guisaremos unas lentejas de Salamanca al estilo de nuestras abuelas.

Las lentejas son muy salutíferas: crían unas bacterias en las raíces que captan el nitrógeno del aire y lo convierte en humores que fluyen por la planta y acaban formando proteínas. Nuestras abuelas no lo sabían. Tampoco lo necesitaban: sabían que era un buen plato para criar a los hijos, que estaban riquísimas y que tenían hierro.






Tomamos cien gramos de lentejas por cada comensal...







... que ponemos a remojo en agua fría la noche anterior al guiso.








Durante la noche y la mañana, las lentejas hinchan y se ponen en sazón.







Llevamos las lentejas al colador y las aclaramos al chorro de agua fría...






... y las llevamos a la cazuela.







Añadimos una cebolla, una cabeza de ajo debidamente pelada, un trozo o dos de chorizo de guisar por comensal, según el saque, y media o una morcilla por comensal, también, según el saque.








Echamos agua fría hasta cubrir y exceder en tres dedos el nivel de las lentejas, y llevamos al fuego fuerte hasta que roma el hervor...







... y bajamos a fuego medio cuando empiece a hervir, para que se vaya haciendo.








Añadimos una hoja de laurel.








Dejamos hervir así, con suavidad, hasta que se hagan, momento que se conoce probando. Orientativamente, se llevan tres cuartos de hora de cocción.








Cuando están listas, las dejamos reposar unos minutos, y cortamos, para servir como acompañamiento, unas guindillas en salmuera, para los comensales que quieran espabilar el paladar.








Servimos.







Que sea de buen provecho.



No hay comentarios:

Publicar un comentario