domingo, 27 de abril de 2014

Cuajada


Hoy preparamos una cuajada que bien nos sirve de postre o de merienda.

El recuerdo le trae al autor una estancia en Fuenterrabía en que su amigo don Alfonso, conocedor de la afición por la cuajada del autor que él mismo compartía, le pidió de postre una cuajada natural del valle del Baztán cuando ya se llama Bidasoa, y dijo: a mi amigo y a mí nos traes dos mamillas (cuajadas en vascuence), pero dos para cada uno.

Ahora mismo, desde el recuerdo, la nostalgia recuerda la mamilla de leche de cabra joven hecha con cuajo de estómago de ternera joven; pero desde la realidad, parece más adecuado acoger la seguridad de la industria alimentaria y preparar una cuajada con polvitos, que -por cierto- no son más que espesantes naturales vegetales, otros de algas, cuajo similar al de estómago de ternera pero obtenido por síntesis química, y un regulador de acidez.

Empezamos por disponer unas jícaras, porque la cuajada no debe ponerse en cualquier recipiente que pudiere desmerecer su naturaleza.








Disponemos los polvitos de hacer cuajada adquiridos en el supermercado, y leche entera, fresca, para que nos resulte mejor la preparación.









Siguiendo las instrucciones del envase, tomamos medio litro de leche en dos cuartos. Uno de los cuartos, lo llevamos a una jarra y disolvemos los polvitos de hacer cuajada con unas varillas y moviendo con energía bastante para que no quede el más mínimo grumo.









El otro cuarto de litro lo llevamos al fuego hasta que alcance el hervor.









Mientras esperamos que la leche espume, cortamos unos trozos de papel de aluminio que necesitaremos para tapar las cuajadas y evitar, así, que les salga boina.









Cuando el cuarto de litro de leche al fuego rompe a hervir, añadimos el otro cuarto de litro con los polvitos disueltos, con lo que cortamos el hervor. Empezamos a dar vueltas, sin parar, hasta que vuelva a hervir.










Cuando vuelve a hervir, retiramos del fuego sin dejar de remover por un minuto, y devolvemos al fuego nuevamente, sin dejar de remover, hasta que vuelva a hervir, momento en que cortamos el fuego y vertemos en las jícaras.









Tapamos con el papel de aluminio y así evitamos que a la cuajada le salga crema en la parte superior, y algo de suero aún más por encima.










Dejamos reposar por un par de horas hasta que pierde el calor, y llevamos al frigorífico par que enfríe por cuatro horas más. Servimos acompañando un chorrito de miel o una cucharadita de azúcar para endulzar.










Que sea de buen provecho.




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