domingo, 22 de diciembre de 2013

Búlgaros


Preparamos unos búlgaros, que son merienda, postre o tentempié poderoso y contraindicado en cualquier dieta razonable, pero que están buenísimos.








Disponemos los ingredientes: Ron (o coñac), trozos de bizcocho, azúcar y chocolate para fundir.








Empezamos por poner el licor, a razón de un vaso grande por cada quince piezas, en un cazo que llevamos a fuego suave para que tome un poco de calor.








Cuando ya ha cogido un poco de calor cogemos una cuchara, la terciamos de licor, la retiramos del cazo y le prendemos fuego con un chisquero para no dejar aromas extraños del fósforo de las cerillas. Vertemos el licor encendido sobre el resto que aguarda en el cazo e incendiamos el licor, todo ello con el fuego de la cocina apagado y con la campana extractora apagada para evitar los accidentes que podría producir la ascensión de la llama.








Cuando la llama se extingue, esto es: cuando el licor ha perdido todo su alcohol...








... tomamos una cazuela y echamos azúcar...








... y añadimos el licor quemado y agua para equilibrar las proporciones del almíbar que ha de resultarnos: Por cada vaso de licor antes de arder, medio vaso de agua y un cuarto de quilo de azúcar. Así respetaremos la cuenta del almíbar ligero: mitad de agua y mitad de azúcar, y no ponemos agua en la medida que ponemos el licor reducido por la pérdida del alcohol.








Llevamos a ebullición franca a fuego vivo.







En olla aparte echamos agua y ponemos otro cacharro dentro para hacer un baño maría. La cuestión es como sigue: el fuego del gas doméstico arde en torno a los 550º centígrados. Esa temperatura se transmite al cacharro de cocina que está sobre él, y el contenido del cacharro actúa de refrigerador: según el cacharro se va calentando, se va calentando su contenido quitando el calor al cacharro para cogerlo el contenido. Cuando el contenido es agua -o acuoso-, y como ésta evapora a los 100º, cuando alcanza esta temperatura produce una burbuja de vapor que se eleva y desaparece llevándose el calor que ha acumulado. El resto del agua, como es natural, permanece por debajo de los cien grados, porque sino, se hubiera evaporado, también. Ese mecanismo de transmisión de calor hace que el agua nunca supere los cien grados y, en consecuencia, el recipiente que está dentro del agua nunca alcanza los cien grados y, en consecuencia, el contenido del continente que está rodeado del agua caliente nunca se quema. Perdón, pero es así.

Disponemos chocolate de fundir, a razón de 200 gramos por cada quince piezas, y una cuarta de mantequilla (50 gramos por cada 200 gramos de chocolate), y lo incorporamos al baño maría para que funda dulce y armoniosamente.







Como es un baño maría y, en consecuencia, no se nos va a quemar, realizamos la maniobra con paciencia y sin precaución ninguna salvo precaver que no faltare el agua entre olla y olla.







Cuando funden el chocolate y la mantequilla, batimos con las varillas para trabar la preparación...








... hasta conseguir una emulsión homogénea, cosa que no se lleva más de dos minutos de movimiento armonioso.








Con la ayuda de dos espátulas de palo, embadurnamos los trozos de bizcocho en el almíbar de licor. Embadurnamos poco, unos cinco segundos por cada lado, para evitar que quede demasiado líquido el corazón del bizcocho.








Pasamos los trozos de bizcocho ya embadurnados en el almíbar, y los bañamos en la emulsión de chocolate y mantequilla. Sacamos a un trozo de papel de horno.








Vamos dejando los búlgaros envueltos en papel de horno sobre el mármol de la cocina para que vayan perdiendo temperatura hasta alcanzar la del ambiente.








Ya a temperatura ambiente, llevamos los bizcochos a la nevera para que enfríen un poco.







Que sea de gusto.


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