lunes, 9 de junio de 2014

Los huevos rellenos de la Señora Victoria


Recuerdos de niñez y gastronomía... La Señora Victoria es la madre de la autora. La muerte se la llevó va para veinte años, pero la maternidad se conjuga siempre en presente de indicativo porque no se puede conjugar en ningún otro tiempo. Sería un disparate.

La Señora Victoria, miembro de familia numerosa, casó con el Señor Isidro, miembro de familia numerosa; y entre los dos, tuvieron familia numerosa. El hogar, tarde sí, tarde también, asemejaba más una venta que una casa y, a mayor duelo, los hijos le salieron -le salimos- malos comedores: que si esto, que si lo otro... En fin: que la Señora Victoria exploraba en su imaginación y en el recuerdo de sus antepasados cuatro o cinco platos cada día para que, al final, le comieran los hijos, los hermanos, los cuñados... la familia.

Un plato resultón, que tenía éxito de público y se lo comían todos la mar de bien, eran los huevos rellenos; unos huevos rellenos llenos de cariño y sin demasiadas imaginaciones para no ahuyentar el apetito de la familia.

En su recuerdo, en su homenaje, vamos a preparar sus huevos rellenos:







Tomamos unos huevos cagados por la gallina a modo tradicional.








Los ponemos a hervir en agua abundante con una buena cucharada de sal.








Cuando el hervor rompe con brío, lo mantenemos así durante quince minutos.









Terminado el hervor, los dejamos reposar en su agua durante otros diez minutos, para que pierdan el calor con sosiego.








Pelamos los huevos...








... y los abrimos por mitad, a la larga.









Reservamos las medias claras...








... y -por otro lado-, casi todas las yemas.









Ponemos a la mano atún en escabeche, mejor comprado a granel porque resulta más jugoso.








Hemos puesto en un lebrillo casi todas las yemas porque hemos reservado dos para las decoraciones:








En el lebrillo donde aguardan casi todas las yemas, incorporamos el atún, a razón de unos ciento cincuenta gramos por docena de huevo, y una pizca de sal.









Trabajamos bien con el tenedor, y vamos añadiendo mayonesa hasta conseguir una masa firme y homogénea.









Tomamos un diente de ajo pequeño y unas hojas de perejil...









...que reducimos a su mínima expresión. Si no hay cuajo de doscientos cortes para un diente de ajo pequeño, se consigue un pinche que lo haga -como ha sido el caso- y, si no lo hubiera, se pica con un molino de verduras.









Se incorpora el ajo y el perejil picados, y se sigue trabajando con el tenedor hasta homogeneizar la masa.









Rellenamos las medias claras con la masa, de  modo que queden bien lucidas.









Decoramos con mayonesa y dejamos llover las yemas que teníamos reservadas, pasadas por el rallador.










Decoramos con olivas, verdes y negras, dispuestas al tresbolillo.









Emplatamos:








Espero que os guste.





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