sábado, 24 de agosto de 2013

Una ensalada de toda la vida


Estamos acostumbrados a ver muchas verduras en las ensaladas: canónigos, rúcula, lechuga de roble... además de las más variadas viandas y hierbas aromáticas. Hoy vamos a preparar una ensalada de siempre, sin más pretensiones ni menos de las que debe tener.





Disponemos una lechuga romana, de oreja de burro de toda la vida, una cebolleta, unos tomates y unas aceitunas. Hemos optado por una arbequinas muy ricas.






Cortamos la cebolleta en plumas y ponemos en un lebrillo con un buen chorro de vinagre para atemperar el picor.





Ponemos en un barreñón con agua fría y un buen chorro de vinagre unas hojas de lechuga. Así conseguiremos que se desprendan los habitantes que pudiere tener y sus huevas. No hay que olvidar que en los huertos no sólo se crían las verduras sino, también, insectos reservorios de enfermedades, y es mejor precaver. Por eso nuestros ancestros usaban el vinagre (ácido acético) en las ensaladas, como bebían vino o cerveza, bebidas con baja concentración alcohólica pero suficiente para controlar los agentes causales de muchas infecciones gastroentéricas.






Aún reposadas en agua con vinagre, y para una mayor higiene, pasamos la lechuga, hoja a hoja, por el grifo del agua fría, y ponemos a escurrir.






Partimos la lechuga en trozos adecuados para comerla, y la mezclamos con la cebolleta que teníamos en un lebrillo con un chorro de vinagre. Echamos sal y mezclamos bien.






Emplatamos la mezcla de lechuga y cebolleta, y añadimos el tomate cortado en trozos adecuados para comer, echamos un poquito de sal sobre el tomate y añadimos un chorro prudente de aceite de oliva. Decoramos con unas arbequinas y servimos con las vinajeras y el salero por si los comensales quieren corregir al alza el aceite, el vinagre o la sal conque se han servido.





Que sea de gusto. 

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